Se acerca el viernes y con la llegada del sacro día, la finalización de la tregua que acordaron las entidades representantes del negocio agro-ganadero y el Gobierno Nacional. Mucho se ha escrito y tratado de informar sobre la puja entre estos dos sectores sin la debida claridad, a excepción de dos o tres publicaciones. De cualquier manera, y más allá de lo que ocurra el viernes en las rutas argentinas, creo que estamos perdiendo otra oportunidad mucho más importante.
La oportunidad de que empecemos a dialogar en todos los aspectos de nuestra vida cotidiana y la de millones de argentinos y de otros tantos miles de millones de ciudadanos mundiales.
¿Loco? Quizás. ¿Utópico? Otro tanto.
No hay nada más gratificante que perseguir utopías. Uno las persigue, porque en el fondo uno las cree realizables, porque son el motor y nos recuerdan que hay un propósito mayor. Creo en la tregua. Creo en una tregua mundial. Creo que requiere de muchas más negociaciones que un conflicto entre el campo y el Gobierno. Creo que esa negociación es mucho más ardua porque tenemos que empezar a negociar con nosotros mismos.
Observarnos un buen rato frente al espejo y reflexionar sobre que estamos haciendo y hacia donde vamos. Darnos cuenta que al ritmo que avanza el progreso tecnológico, retrocede el progreso humano. Se destruyen las relaciones sociales en pos de un individualismo salvaje, fomentando un sistema de marginación aún más salvaje.
El derecho de uno termina donde empieza el de los demás. Falso. Vivimos bajo un precepto equivocado. Mi derecho es el de los demás. Mi derecho es el de todos.
Los acontecimientos mundiales se dirigen hacia la destrucción del ser humano por él mismo. La razón principal radica en que no somos capaces de asumir que todos habitamos el mismo planeta, que tenemos derecho a acceder los mismos beneficios que nos brinda y a pagar sus costos.
Lo que va a acabar con nosotros no es la Tercera Guerra Mundial, sino la Tercera Revolución Industrial. En esta tercera etapa de la Revolución Industrial la humanidad ha cometido crímenes aberrantes contra la naturaleza, en pos del mal denominado desarrollo, como convertir, por sólo citar un ejemplo, a la vaca, un animal herbívoro, en uno carnívoro.
Nos creemos más grandes que la Naturaleza, más grandes que la Creación. Todo estaba antes que nosotros y sin embargo nos creemos sus “dueños”. La Madre Naturaleza ya casi no nos soporta, y nos manda heladas, nos inunda, nos quema y nos seca las tierras. La naturaleza es sabia. No tolerará por mucho más tiempo esta constante agresión, esta falta de equilibrio.
Cuando me senté frente a la pantalla, la idea no era escribir una especie de mea culpa global, sino hablar un poco acerca de la carencia de importancia que le damos a la valoración de la vida.
Desde el costado de una autopista, un grupo de gente arroja objetos contundentes contra los que transitan por ella. Ya no se trata de inseguridad.
En Plaza San Martín, en frente a la mismísima Gobernación de la Provincia, un grupo de 6 nenes, de no más de 11 años, aspirando de una bolsita. Ya no se trata de adicciones.
En la mayoría de las esquinas, autos estacionados tapando las rampas de ascenso y descenso de personas con capacidades diferentes. Ya no se trata de faltar el respeto.
Se trata de no valorar la vida, de la pérdida total de valores comunes.
Hablan desde el Gobierno de un Observatorio de Medios. Creo que haría falta un Observatorio gigante de Educación y Valores.
Soy un ciudadano, seguiré reflexionando…
(*) Uno de los 35 millones de ciudadanos argentinos. Contacto: yo.elciudadano@yahoo.com.ar
www.yoelciudadano.blogspot.com
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